La división más profunda de la filosofía y su cambio de perspectiva más radical está marcado por un hecho extrafilosófico: la aparición del Cristianismo. El cristianismo es una religión, pero no una más, sino que se presenta y se proclama a sí misma como la única y verdadera religión. Su Dios es el único Dios, junto al cual todos los demás dioses se convierten en ídolos. Su mensaje no se presenta como ideas o teorías, sino que pretende ser una salvación , pero no una salvación parcial, sino radical, total y completa que ninguna otra religión, ni siquiera la judía, se había atrevido a ofrecer.
Por esta razón, el cristianismo constituyó una revolución real y profunda de todos los valores de la civilización pagana. Las nuevas verdades, como la de un sólo Dios Creador, la creación y sus implicaciones, la redención, el amor, el perdón, el arrepentimiento, la humildad, la fraternidad y la igualdad de todos los hombres, entre otras, no sólo planteaban problemas absolutamente nuevos e ignorados por el pensamiento griego, sino que anunciaban una concepción originalísima de la vida, que desconcertaba y conmovía la construida por la sabiduría pagana. Esto explica, por una parte, la tenaz y feroz oposición del paganismo al Mensaje evangélico y, por otra, la necesidad para los primeros cristianos, de elaborar sobre los datos de la Revelación, la nueva concepción de la vida. No bastaba contraponer la fe a la filosofía; era necesario demostrar que la fe no contradecía a la razón sino que más bien había acuerdo entre el orden de la fe y el racional, sin que la Revelación, sin embargo, fuese reducida a la razón. Además, a la luz del evangelio, se imponía toda una nueva sistematización filosófica tanto de los problemas ya elaborados por el pensamiento griego, como de los nuevos que la filosofía clásica, o había desconocido del todo o planteado o resuelto de manera deficiente. Por otra parte, el pensamiento antiguo había alcanzado una madurez filosófica que no podía ser ignorada. Se trataba más bien de asimilarla, de absorberla dentro de la nueva experiencia, de modo que se construyera un nuevo sistema de pensamiento. Este trabajo intenso y profundo, que duró siglos, de asimilación y de transposición del pensamiento antiguo, toma el nombre de filosofía cristiana.
Aunque el cristianismo no es filosofía, trae consigo y exige una cosmovisión completamente nueva. Esta nueva perspectiva es tan inusitada que los primeros predicadores, desde los apóstoles, tendrán que mantenerse atentos para evitar falsas interpretaciones. Desde los escritos apostólicos se advierte el esfuerzo para explicar los postulados antropológicos, cosmológicos, éticos y sociopolíticos que implica la nueva religión y muy pronto comienzan los intentos de sistematizar esta nueva visión del mundo para enfrentarla a las demás cosmovisiones. Nace así el primer período de la filosofía medieval que se ha denominado la Patrística.
A pesar que en la filosofía medieval prevalece este espíritu cristiano con la Patrística y la Escolástica, sin embargo también se presentan enfoques, aunque mínimos, árabes y judíos que también tratan de armonizar su religión musulmana y hebrea, respectivamente, con la filosofía. Después de la decadencia de la escolástica, debido a varios factores internos y externos, aparece el Renacimiento que trae una filosofía diferente, muchas veces en contra de lo que la filosofía cristiana había expuesto, preparando una nueva etapa en el desenvolvimiento del filosofar en la época moderna con el método cartesiano.
Por esta razón, el cristianismo constituyó una revolución real y profunda de todos los valores de la civilización pagana. Las nuevas verdades, como la de un sólo Dios Creador, la creación y sus implicaciones, la redención, el amor, el perdón, el arrepentimiento, la humildad, la fraternidad y la igualdad de todos los hombres, entre otras, no sólo planteaban problemas absolutamente nuevos e ignorados por el pensamiento griego, sino que anunciaban una concepción originalísima de la vida, que desconcertaba y conmovía la construida por la sabiduría pagana. Esto explica, por una parte, la tenaz y feroz oposición del paganismo al Mensaje evangélico y, por otra, la necesidad para los primeros cristianos, de elaborar sobre los datos de la Revelación, la nueva concepción de la vida. No bastaba contraponer la fe a la filosofía; era necesario demostrar que la fe no contradecía a la razón sino que más bien había acuerdo entre el orden de la fe y el racional, sin que la Revelación, sin embargo, fuese reducida a la razón. Además, a la luz del evangelio, se imponía toda una nueva sistematización filosófica tanto de los problemas ya elaborados por el pensamiento griego, como de los nuevos que la filosofía clásica, o había desconocido del todo o planteado o resuelto de manera deficiente. Por otra parte, el pensamiento antiguo había alcanzado una madurez filosófica que no podía ser ignorada. Se trataba más bien de asimilarla, de absorberla dentro de la nueva experiencia, de modo que se construyera un nuevo sistema de pensamiento. Este trabajo intenso y profundo, que duró siglos, de asimilación y de transposición del pensamiento antiguo, toma el nombre de filosofía cristiana.
Aunque el cristianismo no es filosofía, trae consigo y exige una cosmovisión completamente nueva. Esta nueva perspectiva es tan inusitada que los primeros predicadores, desde los apóstoles, tendrán que mantenerse atentos para evitar falsas interpretaciones. Desde los escritos apostólicos se advierte el esfuerzo para explicar los postulados antropológicos, cosmológicos, éticos y sociopolíticos que implica la nueva religión y muy pronto comienzan los intentos de sistematizar esta nueva visión del mundo para enfrentarla a las demás cosmovisiones. Nace así el primer período de la filosofía medieval que se ha denominado la Patrística.
A pesar que en la filosofía medieval prevalece este espíritu cristiano con la Patrística y la Escolástica, sin embargo también se presentan enfoques, aunque mínimos, árabes y judíos que también tratan de armonizar su religión musulmana y hebrea, respectivamente, con la filosofía. Después de la decadencia de la escolástica, debido a varios factores internos y externos, aparece el Renacimiento que trae una filosofía diferente, muchas veces en contra de lo que la filosofía cristiana había expuesto, preparando una nueva etapa en el desenvolvimiento del filosofar en la época moderna con el método cartesiano.