miércoles, 30 de enero de 2008

Cosmogonía y teogonía: Hesíodo

¡Salve, hijas de Zeus! ¡Dadme vuestro canto que entusiasma! Celebrad a la raza sagrada de los Inmortales que siempre viven y nacieron de Gea y de Urano el del manto estrellado, y de la tenebrosa Nix, Dioses a quienes alimentaron las saladas olas del Ponto.

Decid cómo nacieron en un principio con los dioses, la tierra y los ríos, y el inmenso Ponto que bate furioso y los astros resplandecientes y, por encima, el anchuroso Urano. Decid también qué dioses, manantial de bienes nacieron de ellos; y cómo, tras de repartirse en el origen honores y riquezas, se apoderaron del Olimpo, el de numerosas cimas.

Decidme estas cosas, Musas de moradas olímpicas, y cuáles de entre ellas fueron las primeras en un principio.

Antes que todas las cosas fue Caos; y después Gea la de amplio seno, asiento siempre sólido de todos los Inmortales que habitan las cumbres del nevado Olimpo y el Tártaro sombrío enclavado en las profundidades de la tierra espaciosa; y después Eros, el más hermoso entre los Dioses Inmortales, que rompe las fuerzas, y que de todos los Dioses y de todos los hombres domeña la inteligencia y la sabiduría en sus pechos.

Y de Caos nacieron Erebo y la negra Nix, Eter y Hemero nacieron, porque los concibió ella tras de unirse de amor a Erebo.

Y primero parió Gea a su igual en grandeza, al Urano estrellado, con el fin de que la cubriese por entero y fuese una morada segura para los dioses dichosos.

Y después parió a los Oreos enormes, frescos retiros de las divinas ninfas que habitan las montañas abundantes en valles pequeños; y después, el mar estéril que bate furioso, Ponto; pero a éste lo engendró sin unirse a nadie en las suavidades del amor. Y después, concubina de Urano, parió a Océano el de remolinos profundos, y a Coyo, y a Críos, y a Hiperión, y a Yapeto, y a Tea, y a Rea, y a Temis, y a Mnemosina, y a Feba coronada de oro, y a la amable Tetis. Y el último a quien parió fue el sagaz Cronos, el más terrible de sus hijos, que cobró odio a su padre vigoroso.

Y parió también a los Cíclopes de corazón violento, Brontes, Steropes y el valeroso Arges, que entregaron a Zeus el trueno y forjaron el rayo. Y eran en todo semejantes a los demás dioses, pero tenían un ojo único en medio de la frente. Y se llamaban Cíclopes, porque en su frente se abría un ojo único y circular. Y sus trabajos rebosaban fuerza, vigor y poder.

Y después, de Gea y de Urano nacieron otros tres hijos, grandes, muy fuertes, horribles de nombrar: Coto, Briareo y Giges, raza soberbia. Y de sus hombros arrancaban cien manos indomables, y cada uno de ellos tenía cincuenta cabezas que se erguían sobre la espalda, por encima de sus miembros robustos. Y su fuerza era inmensa, invencible, dada su gran talla. De todos los hijos nacidos de Gea y Urano, eran los más poderosos. Y desde el origen fueron odiosos a su padre. Y conforme nacían, uno tras de otro, los sepultó, privándolos de la luz, en las profundidades de la tierra. Y se alegraba de esta mala acción, y la gran Gea gemía, por su parte, llena de dolor. Luego, ella abrigó un designo malo y artificioso.

—Queridos hijos míos, vástagos de un padre culpable, si queréis obedecer, tomaremos venganza de la acción injuriosa de vuestro padre, porque él fue quien primero meditó un designo cruel.

Habló así, y el temor los invadió a todos, y no respondían ninguno de ellos. Por fin, recobrando ánimo el grande y sagaz Cronos dijo así a su madre venerable:

—Madre, en verdad te prometo que llevaré a cabo esta venganza. Efectivamente, ya no tengo respeto a nuestro padre, porque él fue quien primero meditó un designo cruel.

Habló así, y la gran Gea se regocijó en su corazón. Y le escondió una emboscada, y le puso en la mano la hoz de dientes cortantes, y le confió todo su designio. Y llegó el gran Urano, trayendo la noche, y se tendió sobre Gea por entero y con todas sus partes, lleno de un deseo de amor. Y fuera de la emboscada, su hijo le cogió la mano izquierda, y con la derecha asió la hoz horriblemente, inmensa, de dientes cortantes. Y cercenó rápidamente las partes genitales de su padre, y las arrojó detrás de sí. Y no se escaparon en vano de su mano.

Gea recogió todas las gotas sangrientas que manaron de la herida; y transcurrido los años, parió a las robustas Erinnias y a los grandes Gigantes de armas resplandecientes, que llevan en la mano largas lanzas; y a las Ninfas que en la tierra inmensa son llamadas Melias.

Y las partes que había cercenado, Cronos las mutiló con el acero, y las arrojó desde la tierra firme al mar de olas agitadas. Flotaron mucho tiempo sobre el mar, y del despojo inmortal brotó blanca espuma, y de ella salió una joven. Y primero fue llevada ésta hacia la divina Citeres; y de allí, a Cipros la rodeada de olas.

Abordó la tierra la bella y venerable Diosa, y la hierba crecía bajo sus pies encantadores. Y fue llamada Afrodita, la Diosa de hermosas bandeletas, nacida de la espuma, y Citerea, porque abordó a Citeres; y Ciprigenia, porque arribó a Cipros la rodeada de olas, y Filomedea, porque había salido de las partes genitales.

Eros la acompañaba, y el hermoso Imero la seguía, apenas nacida, en tanto que se presentaba a la asamblea de los dioses. Y desde el origen, por elección de la Moira, tuvo el honor de presidir, entre los hombres y los dioses inmortales, las entrevistas de las vírgenes, las sonrisas, las seducciones, el dulce encanto, la ternura y las caricias.

Y el Padre, el gran Urano, apodó Titanes a los hijos que engendrara, maldiciéndolo, diciendo que habían extendido la mano para cometer un gran crimen, del cual se tomaría venganza en el porvenir.